sábado, 18 de enero de 2014

Gamonal



Esta semana hemos sido testigos de cómo si las personas nos unimos podemos luchar contra las injusticias que nos están asolando día a día.

En el barrio burgalés de Gamonal, el ayuntamiento del PP, encabezado por su alcalde, Francisco Javier Lacalle, pretendía construir un nuevo bulevar con plazas de aparcamiento subterráneas y muchas otras cosas bonitas que el barrio ni necesita ni ha pedido.

Bien es cierto que este barrio, desde su anexión a Burgos en 1954, no se ha dejado amedrentar por las presiones urbanísticas de los sucesivos equipos de gobierno que ha habido en la ciudad, pero a lo que hemos sido testigos estos primeros días del 2014 es digno de elogio.

Gamonal es un barrio obrero, y como barrio obrero que es, estás sufriendo en las carnes de sus vecinos y vecinas el cáncer de la crisis. Un barrio con las tasa de paro de las más altas de la capital burgalesa que estaba viendo como se iban a gastar 8,5 millones de euros de sus impuestos en un proyecto que lo único que beneficiaba era al espabilado de su alcalde.

Esto es un ejemplo de que Sí se puede, que si el pueblo nos mantenemos unidos podemos luchar contra los insultos que nos profieren los elementos que nos pretenden gobernar.
Parecida situación es la que se produjo en el barrio del Cabanyal de Valencia hace unos años: la presión ciudadana paralizó unas obras que lo único que pretendía era inflar el ego ya de por sí inflado de la alcaldesa Rita Barberá.

Pero no solamente aquí se pone de manifiesto que la unión hace la fuerza. En 2005, Islandia hizo dimitir al gobierno entero, culpable de la bancarrota miserable a la que habían llevado al país. El pueblo unido consiguió hasta hacer una nueva constitución para el país que pusiera en primer lugar a las personas y en segundo al mercado, casi igual que aquí.

También es cierto que hechos de protesta contra la especulación urbanística como los acaecidos en Gamonal hace unos años hubiesen pasado desapercibidos, pues bien es cierto que cuando “España iba bien” y “vivamos por encima de nuestras posibilidades” todos mirábamos hacia otro lado cuando el alcalde de turno hacía el enésimo campo de golf, o se inauguraba una estación de AVE en mitad de un secarral, o se construía el aeropuerto del abuelito.

Y es que ahora, fruto de coyuntura actual, estamos empezando a despertar y a mirar con lupa como se gastan el dinero que tanto sacrificio nos cuesta ganar. Y es que no es la ideología ni los partidos políticos los que mueven al mundo. Es el hambre y la desesperación las que agitan conciencias y hacen que se corrijan decisiones y movilicen a la gente en las calles.

Cuando se paraliza una ejecución hipotecaria, no es que al director del banco de turno se le haya ablandado el corazón. Es la presión popular la que consigue paralizar el desahucio. Al igual que todos los derechos laborales conseguidos y que ahora nos están expoliando se consiguieron por sangre, sudor y lagrimas. Literalmente. Nadie da nada por nada y menos la clase gobernante.

Desde tiempos inmemorables, es la ciudadanía la que se ha levantado y a cambiado las cosas. Ya sea en masa espontanea o siguiendo a un líder carismático que tire de ellos.
Si hacemos caso a las Sagradas Escrituras y las tomamos como hechos históricos, no fuero los faraones los que dejaron ir a los judíos, si no ellos mismos que se revelaron ante la tiranía, al igual que Jesús el nazareno, no era simplemente el hijo de un dios, sino que también fue un líder revolucionario que cuestionó el poder establecido.
Y dejando de lado las batallitas bíblicas, también fue el pueblo el que se levantó contra el opresor en los procesos descolonizadores. Al igual que la revolución burguesa de la toma de la Bastilla la realizó el pueblo. Y la revolución bolchevique también la realizó al pueblo, ambas para derrocar al absolutismo que representaban sus casposas monarquías.

Por todo eso, la lucha vivida estos días en un barrio humilde del norte de Castilla, nos debe servir de ejemplo que la unión hace la fuerza. Y que si permanecemos unidos podemos conseguir cambiar las cosas.